Ferrol, Coruña, 31 de enero de 1820-Vigo, Pontevedra, 4 de febrero de 1893.
Pensadora, periodista, experta en Derecho, Inspectora de prisiones y escritora, poeta y dramaturga. Activista pionera de los movimientos feministas por la igualdad de género a lo largo del siglo XIX y precursora del Trabajo Social en España. Una las figuras más memorables del siglo XIX en España, incómoda en su tiempo por su inconformismo, su voluntad inquebrantable de luchar por los más débiles, y por su firme convicción en rebelarse al papel reservado a una mujer en una sociedad poco dispuesta a reconocer su valía.
Por Magdalena Lasala.
Concepción Arenal Ponte nació el 31 de enero de 1820 en El Ferrol, Coruña, ? en el seno de una familia acomodada. Era hija de Ángel del Arenal y de la Cuesta, de familia ilustrada originaria de Santander con títulos de nobleza, y de María Concepción Ponte Mandiá Tenreiro, una mujer estricta descendiente de una influyente familia gallega. Concepción tuvo dos hermanas, Antonia y Luisa. Su padre era un militar liberal, teniente coronel, denostado y perseguido por las altas instancias conservadoras y castigado en varias ocasiones por su ideología en contra del régimen absolutista del rey Fernando VII
A causa de su estancia en prisión, cayó enfermo y murió solo en 1829, por lo que Concepción quedó huérfana de padre a los nueve años. Esta circunstancia marcó profundamente su vida. Concepción había heredado sus ideas, su firmeza y sus convicciones, lo que forjaría su carácter y sus inquietudes, junto con un profundo pesimismo que la acompañará siempre. Ese mismo año, la madre de Concepción se traslada con sus hijas a Armaño, una villa en el valle de Liébana, en Cantabria, a casa de su abuela paterna, donde Concepción recibirá una férrea formación religiosa.
Un año más tarde, en 1830, sufre una nueva pérdida y su hermana menor Luisa muere. En 1834 la familia se traslada a Madrid con ayuda de un pariente, segundo conde de Vigo. En Madrid, Concepción estudia en un colegio para señoritas por decisión de su madre, pero su curiosidad intelectual la lleva a interesarse por libros y materias no incluidas en la formación prevista para las mujeres de la época, a pesar de la disconformidad de su madre. Concepción aprende por su cuenta francés, italiano, filosofía, ciencias, sociología e historia en libros de bibliotecas familiares. Pero en 1840 la personalidad de Concepción ya está encaminada a seguir sus propias decisiones y aspira a una formación académica a pesar de que su madre no está de acuerdo. En ese mismo año, la abuela con la que se habían criado en Armaño muere dejándole en herencia todos los bienes de la familia, lo que va a proporcionarle a la joven una independencia que dirige hacia su deseo de formación personal. Un año después muere su madre, de manera repentina, y con 21 años, decide llevar a cabo su deseo desde que había sido niña, ser abogada, aunque no le está permitido matricularse en la Universidad.
Para poder ingresar como oyente en la Facultad de Derecho de la Universidad Central de Madrid se disfraza de hombre: Concepción se cortó el pelo, vistió levita, capa y sombrero de copa, y asistía puntualmente a las clases, tomando notas e intentando pasar desapercibida. Pero al descubrirse su verdadera identidad intervino el rector para determinar su expulsión, aunque Concepción pidió que le fuera permitido seguir los estudios y debatió frente al rector y el claustro profesoral sobre su derecho a ello. Se decidió que realizara un examen para que el claustro de profesores decidiera si era merecedora de hacer con ella una excepción. Los resultados del examen fueron irrefutables y el rector se vio obligado a aceptar a Concepción Arenal en el centro autorizándola a asistir a las clases, cosa que hará desde 1842 a 1845. Sin embargo, sólo podía asistir como oyente. No se pudo matricular, ni pudo realizar más exámenes, ni relacionarse con el resto de alumnos, y tampoco le fue reconocido título al acabar los estudios. Era una excepción en un sistema que negaba la enseñanza a las mujeres. Cada mañana un bedel la recogía en la puerta del centro y la conducía hasta una habitación dispuesta al efecto. Allí, a solas, esperaba el comienzo de la clase. El profesor la recogía, la conducía al aula, la sentaba en una zona apartada y, al concluir, la devolvía a la habitación, donde Concepción esperaba al siguiente profesor y a la siguiente clase. Así cuatro años, hasta 1845, a lo largo de los cuales aumenta y se consolida su interés por las cuestiones penales y jurídicas.
La intrepidez de Concepción Arenal resulta moderna incluso hoy, pero hemos de verla también en la perspectiva histórica: hasta 1877 no se permitió en España que las mujeres accedieran a estudios universitarios, y durante muchas décadas fueron todavía muy minoritarias las que decidieron estudiar, porque la sociedad española no lo entendía como necesidad para una mujer y eso conllevaba un rechazo social y familiar a veces difícil de soportar. Si pensamos que no es hasta bien entrado el siglo XX cuando las mujeres empiezan a reivindicar una reforma de la educación escolar femenina, facilidades laborales y sobre todo el derecho al voto femenino, vemos más claramente que Concepción se anticipa más de cincuenta años en pretender para las mujeres una situación igualitaria a nivel de legislación. Gracias al camino que ella trazó, otras mujeres como la propia Emilia Pardo Bazán pudieron realizar aportaciones también muy importantes en la defensa de las capacidades femeninas.
En la época de sus estudios universitarios, Concepción conoce al abogado y periodista Fernando García Carrasco, quince años mayor que ella, con quien se casa en 1848.
Su marido fue un hombre avanzado para la época que supo entender las aspiraciones de Concepción Arenal y aceptó el matrimonio en igualdad que le proponía su esposa. Admitió que ella volviese a vestir de hombre para acompañarlo a las tertulias políticas y literarias de Madrid, y que aportara al hogar las ganancias de un trabajo remunerado. El matrimonio tendrá tres hijos, de los que sobrevivieron los dos menores, Fernando (1850) y Ramón (1852), pues la mayor, Concepción (1849), falleció a los dos años de edad, en 1851, lo que supuso un nuevo dolor irreparable para ella.
En los primeros años de casada, Concepción ya decide dedicarse a la escritura, y escribe algunas composiciones poéticas, tres obras de teatro, una zarzuela, una novela que no se ha conservado –Historia de un corazón- y sus Fábulas en verso, publicado en 1851, libro que fue declarado lectura obligatoria en enseñanza primaria. Concepción siempre fue muy reservada con su vida personal; sólo quería ser recordada por sus obras escritas y su labor realizada, no por ser personaje público de la sociedad. Aun así, su fuerte personalidad, la claridad de sus ideas y la transgresión de sus decisiones, la habían convertido en una figura conocida a la que unos observaban con incredulidad y otros empezaban a respetar.
En 1855 ambos esposos colaboran en el diario «La Iberia», un influyente periódico liberal, donde Concepción se da a conocer por sus artículos sobre la importancia de los individuos que contribuyen al progreso común, iniciando su carrera profesional como ensayista. Su prosa es clara, directa, expresiva. Además de escribir artículos sueltos, su marido es el encargado de redactar los editoriales. Tras su fallecimiento el 10 de enero de 1857 por una tuberculosis, la redacción de estos editoriales que aparecen sin firma recae en Concepción Arenal y se hace editorialista hasta que en mayo de ese año el Gobierno de Nocedal promulga una ley que obliga a firmar todos los artículos en prensa y Concepción Arenal se queda sin trabajo.
Abatida por las pérdidas, regresa a Cantabria acompañada de sus dos hijos y se instala en Potes. Tiene 37 años. Alquila una casa que pertenece a la madre del violinista Jesús de Monasterio, un hombre religioso que acaba de fundar las Conferencias de San Vicente de Paúl. El músico se convierte en uno de sus amigos más cercanos, y Concepción contribuye a la fundación de una sección femenina de la sociedad en 1859.
Se inician así sus preocupaciones sociales y humanitarias que no abandonará durante el resto de su vida. Publica en 1860 su ensayo La Beneficencia, la Filantropía y la Caridad, que será premiado por la Academia de Ciencias Morales y Políticas, a pesar de que la escritora encubriera su identidad bajo el nombre de su hijo Fernando, que entonces tenía sólo diez años. Averiguada la verdadera autoría, por primera vez en la historia de la Academia se concede el premio a una mujer, ya que sus miembros fueron conscientes de la importancia del trabajo al analizar unos conceptos que en aquella época estaban poco claros. Concepción Arenal distingue entre “beneficencia”, que alude al sistema de ayuda a los necesitados que adopta el Estado; “filantropía, que es una preocupación de orden filosófico por la dignidad del hombre, y “caridad”, que señala la compasión cristiana, que obra de forma espontánea por amor a Dios y al prójimo. (Ayala Aracil, M.A.)
Publica después Manual del visitador del pobre (1863), que ofrece reflexiones y consejos para acercarse a los desfavorecidos por la fortuna, y que es traducido al polaco, inglés, italiano, francés y alemán. La obra llamó la atención del ministro de Gracia y Justicia y nombra a Concepción Arenal inspectora de las cárceles de mujeres en 1864, convirtiéndose en la primera mujer que recibió el título de visitadora de cárceles de mujeres. Desde ese puesto vislumbra en primera persona las condiciones infrahumanas en las que habitaban las reclusas, lo que la lleva a declararse abiertamente favorable a una reforma del Código Penal español. El mismo Estado la cesará en 1865 por publicar un ensayo titulado Cartas a los delincuentes defendiendo esa reforma desde posiciones cercanas al krausismo.
Concepción estaba próxima al ideario de Karl Krause, pensador idealista alemán (Eisenberg, Sajonia, 1781-Múnich, 1832). La idea de Krause es la unidad de la Humanidad, cuya historia representaría un progreso continuo hacia la meta de la «Humanidad racional» o, lo que es lo mismo, una ascensión hacia Dios. La corriente krausista se desarrolló durante la segunda mitad del siglo XIX en Alemania, Bélgica, Holanda y, especialmente, en España. La influencia del krausismo español sobrepasó el mundo académico e intelectual, haciéndose presente en la política activa mediante un grupo de liberales reformistas, como Francisco Giner de los Ríos. Con estas bases, pronto fueron conocidas las críticas de Concepción Arenal a la injusticia social de su tiempo (particularmente contra la marginación de la mujer, la condición obrera y el sistema penitenciario), fundamento de un reformismo social de raíz católica.
Su vocación social lleva a Concepción a realizar un amplio elenco de actividades y ocupaciones: funda un periódico que denuncia los abusos en cárceles y hospicios, impulsa un patronato para ayudar a familias desfavorecidas, crea la Constructora Benéfica, dedicada a la edificación de viviendas para obreros, y dirige un hospital de soldados durante la Tercera Guerra Carlista. También escribe sobre la condición desigual de la mujer respecto al hombre, un tema sobre el que volverá una y otra vez hasta el momento de su muerte, y publica sucesivamente libros de poesía y ensayos sobre la pena de muerte, los reos y otros temas sociales, en una actividad intelectual incansable.
En septiembre de 1868, teniendo Concepción 48 años, se produce en España la Revolución del 68, llamada la Gloriosa y la Septembrina, una sublevación militar apoyada por estamentos civiles que conllevó el destronamiento de la reina Isabel II y el inicio del llamado Sexenio Democrático (1868-1874), el primer intento en la historia de España de establecer un régimen político democrático, primero en forma de monarquía parlamentaria, con el reinado de Amadeo I de Saboya (1871-1873), y después con la Primera República española (1873-1874). Sin embargo, ambas fórmulas acabaron fracasando. El 29 de diciembre de 1874 se produjo el levantamiento del general Martínez a favor de la restauración en el trono de la monarquía borbónica, y el 31 de diciembre se formó el llamado Ministerio-Regencia mientras el futuro Alfonso XII, hijo de Isabel II, regresara a España desde su exilio de Inglaterra.
En esos años tras la revolución del 68, Concepción fue nombrada Inspectora de Casas de Corrección de Mujeres, aunque comprobaría con desilusión el limitado alcance de las enmiendas acometidas por el gobierno, de entre todas las propuestas por ella.
En 1869 escribe una primera obra sobre los derechos de la mujer: La mujer del porvenir, que será referencial como pionera del feminismo español. En ella critica las teorías que defendían la inferioridad de las mujeres basada en razones biológicas. Fue elegida miembro de la Junta Directiva del Ateneo Artístico y Literario de Señoras y se mantuvo atenta a los progresos realizados por la Asociación para la Enseñanza de la Mujer, proyecto educativo español creado en 1870 por el pedagogo e intelectual Fernando de Castro con el objetivo de ofrecer a las mujeres españolas de clase media la oportunidad de tener acceso a una enseñanza académica y científica eficaz y que no tenían hasta ese momento. Años después colabora asiduamente con artículos sobre temas penales y feministas en el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, proyecto pedagógico que se desarrolló en España durante más de medio siglo (1876-1939), inspirado en la filosofía krausista. ?En 1871 comenzó a colaborar con la revista La Voz de la Caridad, de Madrid, en la que escribió durante catorce años sobre las miserias del mundo que la rodeaba.
A partir de 1875, con la salud deteriorada y tras el fallecimiento de la primera mujer de su hijo Fernando, se traslada a Gijón con él. Allí, alejada de la vida pública, redacta incansable obras sobre estudios penitenciarios como el Ensayo histórico sobre el derecho de gentes (1879) -su obra jurídica más importante sobre derecho internacional- y envía informes a los Congresos Penitenciarios que se celebran en diferentes años en Estocolmo, Roma, San Petersburgo y Amberes. En 1878 publica otro de sus más famosos trabajos, La instrucción del pueblo, obra premiada por la Academia de Ciencias Morales y Políticas.
En 1882 Concepción participa, a sus 62 años, en el Congreso Pedagógico Hispano-Portugués-Americano celebrado en Madrid, con una ponencia sobre La educación de la mujer que incluía el debate de las relaciones y diferencias entre la educación del hombre y la de la mujer, medios de organizar un buen sistema de educación femenina y la defensa de sus capacidades, además de la educación física de la mujer. Debido a un cambio de destino de su hijo Fernando, traslada su residencia a Vigo a partir de 1890. En 1891 en el ensayo sobre El trabajo de las mujeres denuncia la escasa preparación industrial de la mujer y el poco salario recibido por ello, y propone que se apliquen a las obreras los mismos medios de instrucción y rehabilitación que a los obreros (sic. Ayala Aracil, M.A.)
En estos últimos años de vida a pesar de su avanzada edad y precaria salud, colabora en innumerables periódicos de la época como el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, La España Moderna, La Nueva Ciencia Jurídica, Las Dominicales del Libre Pensamiento, La Ilustración Española y Americana, entre otros. En su trabajo Estado actual de la mujer en España publicado por primera vez en España en 1895? analiza la situación de las españolas en el terreno laboral, religioso, educativo, de opinión pública y moral; el resultado es desfavorable. Advierte leves avances, aunque muy lentos, y se resiste a hablar de emancipación social o política mientras la dependencia económica sea un hecho extendido y sujete a la mujer a todo tipo de esclavitudes. ?
En el mes de enero de 1893 sus dolencias se agravan, falleciendo en Vigo, aquejada de múltiples dolores, el 4 de febrero de 1893, a los 73 años de edad.
El 31 de enero de 2020 se cumplieron 200 años de su nacimiento y la vigencia de sus reivindicaciones sigue más en pie que nunca. Según su biógrafa A.Caballé, «fue un personaje incómodo en su tiempo que luchó en favor de los débiles de todo tipo, no solo desde una perspectiva voluntariosa y activista, sino también intelectual y filosófica».