Por Álvaro López Asensio.
Aunque la tradición la vincula con el rey Salomón, lo cierto es que la literatura bíblica sapiencial tiene sus comienzos en época post-exílica (a partir de 837 a.C.). Estos escritos, que son de origen popular, intentan describir el comportamiento práctico de la vida, así como el destino humano ante Yahvé.
Los recursos literarios más utilizados son ora los refranes o sentencias (como el libro de los Proverbios o la Sabiduría de Ben Sirah), ora una especie de tratados o ensayos sobre cuestiones profundas (como los libros de Job, Eclesiastés, Cantar de los Cantares y el de la Sabiduría).
También el género tardío llamado midrash (como luego veremos) aporta su pequeño grano de arena a esta tradición literaria Sapiencial. La utilización libre de las tradiciones y datos históricos ayudan al hombre a vivir mejor en tiempos de adversidad (como los libros de las Crónicas, Tobías, Esther y Judit).
Las características de la literatura sapiencial se pueden resumir en los siguientes puntos[1]:
- La sabiduría juzga a los hombres, les prescribe una conducta y aborda sus problemas más profundos. La literatura sapiencial reconoce que Yahvé se expresa a través de ella, de ahí que termine por identificarse con él y hablar en su nombre.
- Es un saber basado en la “experiencia”, actuación que difiere de la profecía (basada en una revelación que Yahvé hace a través de un profeta) y de la historiografía (el recuerdo de los acontecimientos pasados). Esta “experiencia” no se identifica simplemente con “lo que a mi me ha pasado” (experiencia individual), sino que:
- Es universal, es decir, recoge la experiencia acumulada desde generaciones.
- No conoce fronteras geográficas ni religiosas, pues es común a toda la humanidad.
- Se expresa a través de fórmulas sencillas (refranes, proverbios, alegorías).
- Se intenta transmitir a las jóvenes generaciones.
- Hay una preocupación por todo lo relacionado con el ser humano: su inteligencia; su capacidad de ser mejor; sus luchas; fracasos, éxitos y vida social; no sólo en la vida familiar, sino incluso en el trabajo, en la juventud, en la vejez y, por supuesto, en sus relaciones con Yahvé.
- Hay un interés didáctico: la literatura sapiencial nace como instrumento al servicio de la educación, sobre todo de los príncipes y los futuros gobernantes.
- El término hebreo que designa a la “sabiduría” se pronuncia hokmah, palabra cuya traducción correcta es “sensatez”. Por ello, a esta “sabiduría” no se le opone la “ignorancia”, sino la “necedad”.
- Los recursos de la literatura sapiencial son: el mashal (una sentencia, una máxima o un dicho breve que encierra cierta moralidad, Pro 1-9; Os 10, 1; Is 5, 1-7; Jer 2, 21); el refrán (1 Sam 24, 14; Qo 9, 4); el proverbio (Pro 10, 22); el enigma o adivinanza (Jue 14, 13-18); la sentencia numérica (Sir 25, 1-9), el poema didáctico sapiencial (Prov 8-9; Qo 3, 1-9; Sal 1) y los cánticos.
Los cánticos se pueden dividir en populares y culturales. Los Cánticos Populares se dividen en: Cánticos de Trabajo (Nm 21, 17-18; Is 16, 9-10); Cantos de Burla (Nm 21, 27-30); Sátiras (Is 23, 15-16); Cantos de Banquetes (Is 5, 11-13; Amos 6, 4-6); Elegía (2 Sm 1, 19-27); Cantos de Victoria (Ex 15, 1-18.21); Cantos de Amor (ejemplos del Cantar de los Cantares). Los Cánticos Culturales se dividen en: Súplicas (Sal 6; 13; 109); Himnos o Cánticos de Alabanza (Sal 8; 104; 117); Acciones de Gracias (Sal 18; 103); Salmos Reales para entronización del Rey (Sal 2; 45); Salmos Graduales y Cánticos de Peregrinación (Sal 15; 91; 120-134).
LA LITERATURA APÓCRIFA
En el año 1947 fueron encontrados casualmente, en unas cuevas[2] cercanas al monasterio esenio de Qunrán, unos manuscritos antiguos escritos en hebreo y que la comunidad científica los conoce como “los manuscritos del Mar Muerto”, “del desierto de Judea” o “de Qunrán”. Estos nombres identifican el lugar donde se encontraron: en el acantilado rocoso del Wadi (valle) de Qumrán, junto al Mar Muerto y a unos pocos kilómetros de Jericó.
La congregación esenia constituye una verdadera orden religiosa judía. Parientes cercanos de los fariseos por sus orígenes y tendencias, los esenios se distinguen de ellos en que son de familia sacerdotal que se separaron del mundo a la vida monástica por fidelidad más rígida a la Ley de Moisés. La comunidad esenia se situará siempre al margen de la vida activa, política y social. Viven en comunidad cerrada, con toda una reglamentación conventual, minuciosa y estricta. Profesan el celibato y renuncian a toda propiedad personal. Los bienes entregados a la comunidad y el producto del trabajo de los hermanos son administrados por los superiores de la congregación. La comunidad, que está bien estructurada y jerarquizada, es una hierocracia por el papel principal que desempeñan los sacerdotes, y una democracia por la manera con que todo se decide en común. Para ingresar en la congregación, hay que pasar por una formación rigurosa que comprende varias etapas: noviciado de un año, bautismo, dos años de probación, admisión definitiva, votos solemnes.
El material encontrado se puede clasificar (atendiendo a su contenido) en tres grupos[3]:
- Escritos bíblicos. Allí se hallaron todos los libros de la Tanak o Biblia judía, menos el libro de Esther. Alguno de ellos, como el de Isaías y Salmos, en un gran número de ejemplares. A través de ellos puede contarse la evolución del texto bíblico desde mediados del siglo III a.C. hasta el año 68 d.C.. Recordemos que los manuscritos fueron escondidos en las cuevas cuando fue destruido el monasterio esenio por Pompeyo en el año 62 a.C.
- Escritos apócrifos. Aunque algunos ya son conocidos (Henoc, Jubileos, Testamentos de los doce Patriarcas) otros, sin embargo, eran desconocidos con anterioridad al descubrimiento (Génesis apócrifo, oración de Nabonida, ciclo de Daniel, visiones de Amran, textos de Melquisedec y textos noaquícos).
- Escritos apócrifos propios de la Comunidad, como la regla de la Comunidad esenia(90) (sobre la entrada en la comunidad y su reglamento), el libro de la Guerra (descripción de la guerra final entre los hijos de la Luz y los de las tinieblas, que dará la victoria a los primeros e inducirá la época definitiva de la salvación), el documento de Damasco (con dos partes, una exhortativa y otra legislativa), los Himnos de Acción de Gracias (libros de espiritualidad y alto lirismo), además de varios comentarios bíblicos, cadenas, Florilegios, rollo del Templo, calendarios, etc. Estos manuscritos son los que nos proporcionan la mejor información sobre la historia de la secta, su vida, teología y liturgia; así como el estado de la lengua hebrea durante el siglo I antes de nuestra Era.
Los ascetas esenios son, ante todo, observadores estrictos de la Ley, principalmente en lo que se refiere a los ritos de pureza; abluciones varias veces al día, precauciones múltiples contra las manchas de pecado. Peor no admiten los sacrificios sangrientos, sea por el deseo de mantenerse separados del sacerdocio de Jerusalén, sea porque consideran su comida ritual de comunidad como sacrificio verdadero y suficiente. Practican admirablemente la virtud de la religión, aman y sirven a Yahvé con fervor, oran mucho, en común. Los himnos encontrados en los textos del Qumrán son bellísimos y de profunda piedad. Los esenios practican también, en le más alto grado, el amor fraterno entre sí; pero su caridad no se extiende más allá. Los demás hombres son considerados como réprobos, y son detestados.
[1] GARIJO SERRANO, J.A.; Op. Cit. “Aula de la Biblia”, Introducción del Antiguo Testamento, tema 6 “La literatura Sapiencial”.
[2] El autor casual fue un muchacho beduino, una tarde, echando abajo unas cabras. Una piedra arrojada al azar en una cueva del acantilado produce un sonido extraño al caer en su interior. Se había roto una de las tinajas de barro que custodiaban los rollos, comenzando así uno de los mayores descubrimientos arqueológicos de este siglo.
[3] DIEZ FERNANDA, F.; “Guía de Tierra Santa, historia, arqueología, Biblia”, pag. 223.